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No soy bueno... si sólo quieres recordármelo, save it!

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Ya tengo nuevo blog

en fin, ya tengo nuevo blog, los que se quieran pasar a verlo aquí tienen la dirección:

 

http://unlectoranonimo2.blogia.com

 

vale.... no me he currado mucho el nombre... pero ¿Qué le vamos ha hacer?

una noticia....

una noticia.... me tendré que crear una cuenta nueva por que me entró un virus y me romió el ordenador... y como he perdido todas las contraseñas (y los archivos y las cosas) me tendré que crear correo y blog nuevos....ya lo publicaré por aquí (por suerte anna si recordaba la contraseña para publicar como invitado...menos mal que es cortita) por cierto si alguien tiene la imagen de este post en wallpaper (fondo de pantalla) que me lo diga... gracias

La noche de los feos

La noche de los feos

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.

La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

"¿Qué está pensando?", pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.

"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".

Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba transpasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"

"Sí", dijo, todavía mirándome.

"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."

"Sí."

Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo."

"¿Algo cómo qué?"

"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.

"Prométame no tomarme como un chiflado."

"Prometo."

"La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?"

"No."

"¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."

Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

"Vamos", dijo.

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.


Mario Benedetti

 

Muchas gracias a Sakkarah (cuyo blog podeís encontrar en la sección de enlaces) por esta historia tan maravillosa, espero que hos guste tanto como a mí.... quienes me conocen ya saben de que hablo.

un test y una foto; oda a una nueva conocida

un test y una foto; oda a una nueva conocida

Vi este test en el blog de sakkarah y me gustó espero que si alguna vez ve esto no le importe que se lo cogiera, sea como fuera ahora hos toca a vosotros hacer un copy paste y rellenarlo, un abrazo muy grande (la foto está también sacada de su blog a modo de tributo... es mi forma de decir que el mérito es suyo)

Edad:

17…. Nací en 1990

Día de la semana:

El viernes, porque da paso a dos días de fiesta.

Mes:

Cualquiera de primavera o verano, incluso otoño si no hace frío

Algo que no soportes de una persona.

Estupidez, banidad, hipocresía.

Si quieres ligarte a alguien, ¿Cómo lo haces?

Sí supiera ligar no estaría escribiendo un blog… estaría ligando.

¿Te gusta conducir?

Pues no se que decirte… en need for speed no me gustó mucho.

Algo que eches de menos

Inocente ilusión

Tres cosas que te gustan de ti

Que soy sincero
Que mi corazón es capaz de amar
Que soy comprensivo.

Tres cosas que no te gustan de ti.

Mi falta de fe en mí mismo
Mi pereza
Que aún no he aprendido a mentir.

Tres cosas que te den miedo:

La estupidez de las masas
Las aglomeraciones enormes de gente
Volverme arrogante

Tres cosas que llevas puestas ahora:

Calcetines,
Un pantalón
una camiseta interior

Tres cosas sin las que podrías vivir cada día:

Armas (propias y ajenas)
Alhajas
Mentiras y diplomacia

Tres de tus cantantes o grupos preferidos ahora:

Yellowcard
Bad religion
Green day

Tras canciones favoritas en este momento:

Relieve (yellowcard)
Punk rock song (Bad religión)
Awaw from the snakes (Tim Fite)

Tres cosas que quieras en una relación

Comunicación
Arrumacos y mimitos
Pasión

Dos verdades y una mentira

Me encantó “Cowboy Bebop”
Soy humilde hasta la medula
Se inglés

Tres cosas que te atraigan del sexo opuesto:

Inteligencia
Fuerza (emocional)
Que sea apasionada

Tres cosas que no puedes hacer:

Manipular por mi propio interés
Matar (o eso me gusta creer)
Relacionarme con estúpidos


Tres de tus hobbies favritos

Relacionarme con algunas personas
Escribir (aunque últimamente nadie lo diría)
Leer

Tres cosas que estás deseando hacer ahora

Escribir poesía
Viajar a Japón
Estar con mi mejor amigo

Tres sitios donde te gustará ir de vacaciones

Japón
París
Tailandia

Tres cosas que te gustaría hacer antes de morir:

Aprender a amar
Amar
Enseñar a amar

Tres cosas que te hacen llorar:

Ver sufrir de los demás
Que sean injustos conmigo
Fracasar

Tres cosas que te hacen sonreír

Que me miren con amor
Las palabras y las acciones tiernas
El cielo

Tres cosas que te hacen reír a carcajadas

Lucas (mi mejor amigo)
Algunas caídas… sobre todo las mías (y sobre todo hacen reír a Lucas)
las anécdotas ridículas y cómicas (propias y ajenas)

Tres cosas que te parezcan maravillosas

El nacimiento (de una sardina a un cóndor de Canadá
Una mirada verdaderamente profunda
Estar entre los brazos de quien amo

Tres cosas que te hacen la boca agua:

La crema catalana (bien hecha ¬¬)
La crema de los pasteles
Un flan casero

Tres cosas que te gustaría que te pasasen este fin de semana

Que me quisiera quien quiero
Poder escribir
Acabar el maldito treball de recerca…

y ya está.... aún no me se manejar con lo del formato del texto con el editor de esta página... esto estaba muy bonito, a dos colores y tal... en fin... como se suele decir: ruego disculpen las molestias

 

Flipante...... y lo peor de todo.... es verdad

Flipante...... y lo peor de todo.... es verdad

¿Por qué en la publicidad de relojes casi siempre marcan las DIEZ Y DIEZ?

Existe una tradicional regla publicitaria no escrita, según la cual todos los relojes deben señalar las 10:10 cuando son fotografiados para figurar en un anuncio.

Pero no es tal hora fruto del capricho, sino de un minucioso análisis estético de la imagen y de su impacto psicológico. Para empezar, no resultan estéticas las horas en las que se superponen las agujas, pues da la impresión de que el reloj tan solo tiene una. Por ello se eliminan las 12:00, las 13:05, las 14:10, las 15:15 y las demás en que se cumpla esa regla. Por el mismo motivo se rechazan aquellas en las que las agujas estén muy próximas, pues ofrece una sensación de amontonamiento sin sentido al quedar libre el resto de la esfera. Parece que unos diez minutos (60 grados de arco) podría considerarse una distancia de separación mínima.

Tampoco son admisibles las horas en las que las agujas se oponen, pues dan la impresión de ser una sola manecilla que atraviesa la esfera por su centro, cual flecha de cupido atravesando un corazón. Por ello se eliminan las 12:30, las 18:00, las 08:05, las 17:55 y las demás en que se cumpla esa regla. Por la misma razón se rechazan, como en el caso anterior, las horas que estén muy próximas a ese ángulo recto de 180 grados de arco. Y también en este caso los diez minutos parecen corresponderse a una distancia de separación mínima.

Tenemos límites "superiores" e "inferiores" que no nos permiten acercar las manecillas a menos de unos diez minutos ni separarlas más de veinte, para mantener cierta "distancia de seguridad" respecto del ángulo nulo y del ángulo plano. Notar que si las separamos más de treinta minutos (más de 180 grados de arco) nos encontramos en la otra mitad en la misma situación.

Tal como está la situación con la esfera dividida en dos sectores (a un lado y al otro de las agujas), la solución más equilibrada visualmente es que uno de los sectores sea el doble de grande que el otro. Al dividir los 360 grados de arco en tres partes, obtenemos 120 grados de arco, lo que se corresponde con veinte minutos. ¡Ya tenemos el ángulo que deben formar las agujas!

En principio, cualquier hora que mantuviese las manecillas con un ángulo de 120 grados de arco serviría, pero es mejor no utilizar aquellas en la aguja larga señala al 12, al 3, al 6 o al 9, pues aunque muchos diseños sustituyen los números por señales, es muy habitual que estos números se mantengan. Y, en tal caso, la aguja podría superponerse con el número o estar demasiado cerca, dando sensación de continuidad y amontonamiento. La eliminación de horas como las 11:15, las 15:45 y otras como estas, dará a la imagen una mayor claridad.

Llegados a este punto son pocas la horas que nos pueden servir: las 00:20, las 01:25, las 01:50, las 02:55, las 03:35, las 04:40, las 05:05, las 06:10, las 06:50, las 07:55, las 08:20, las 09:05, las 09:25, las 10:10 y las 11:40.

A continuación eliminamos aquellas que su lectura comporte un valor negativo, como en el caso de las 02:55 o "las tres menos cinco" o las 04:40 o "las cinco menos veinte", porque es preferible, a nivel psicológico, un lenguaje más positivo como "las cinco y cinco" o "las seis y diez", por ejemplo. Así nos quedan ocho posibilidades, de las que eliminamos las 01:25 y las 09:25, porque esos veinticinco minutos suponen que la aguja corta esté a medio camino entre la hora marcada y la siguiente, formando un ángulo menor que el buscado.

De las seis restantes mantenemos aquellas que permitan ver claramente la marca del reloj, que se suele colocar en la parte superior, por encima del centro del círculo. Estas horas son: las 06:10, las 08:20 y las 10:10.

La primera de ellas no nos sirve en el caso de que se ponga alguna indicación -como el modelo o tipo de reloj- en la esfera, ya que el lugar idóneo es en la parte inferior por debajo del centro del círculo. Así que quedan dos.

Si la esfera fuera un rostro, las agujas dibujarían una mueca de tristeza a las 08:20 y una sonrisa a las 10:10. No resulta difícil escoger.

Las 10:10, hora conocida como happy hour por aquello de la sonrisa, es la elegida por cuestiones fotogénicas. Y la costumbre se ha seguido para los modelos analógico, sin importar el modelo, la procedencia o el precio. Aunque algunas marcas intentan dar un toque de originalidad o rebeldía cambiando la hora, pero solo se atreven a cambiarla un poquito como en el caso del Omega que señala las 10:08, o el Pulsar que señala las 10:09. Y aunque la hora no tenga esta justificación en los relojes digitales, se sigue la costumbre en algunos de sus anuncios.