Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando se murió.
Amaneció tranquilamente aquel día,
Bañado en esperanza, en sueños,
Caían rayos de luz, refractada en su cabello,
Y sin embargo, llovía.
Pues eran las estrellas,
Eran las gotas de lluvia,
Eran las almas yertas
La nueva esperanza que nacía.
Y era la asesina, alma muerta en deseo,
Viuda triste y plañidera,
Estéril corazón terreno y yermo
De avaricia, dinero y sangre recubierta.
Lloró a un muerto
Lloró a un abogado,
Lloró a un sueño
En la arena sepultado.
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando se murió.
Le asaltaban por la noche,
Pesadillas y sueños extraños,
Imágenes de reproche
Y muertos despiezados.
Y unos marinos ojos
Clavados con saña en su mente,
Siempre los recuerdos,
Uno tras otro, pero los mismos siempre.
Soñaba sin dormir,
Vidas de ensueño recordaba
Sumergida en quimeras divagaba
Un frío y ficticio transcurrir.
Diáfanas aguas de un río antiguo,
Calmado y sereno,
Vacío, y casi seco,
Venas de estúpido, y de asesino.
Nombres que ululaban por los rincones
Pequeños pasillos y sucias habitaciones,
Nombres que sollozaban oraciones
Pensamientos de pena, y contradicciones.
Y decía la voz...una de tantas:
-Bueno...malo,
¿Eres?
Bueno... malo,
¿Haces?
Bueno... malo,
¿Naces?
Bueno... malo,
¿Te conviertes?
Bueno... malo-
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando se murió.
La mujer...aquello,
Se tornó errático, solitaria,
Se tornó adusto y fría,
Se tornó silenciosa,
Se tornó silencio,
Sola.
Rodeada de frías sonrisas,
Entre docenas de hoscos brazos
Sexo, y falsos afectos,
Sucia y sola se sentía.
Y quedó así abandonado,
Sonriendo vacía ante una sonrisa,
Amigablemente embustera ante una amiga,
De sonora y calidamente adusta risa,
Quedó, perfectamente integrado.
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando se murió.
Y aquella mujer, antaño bella,
Antaño sensual y tentador,
Podrida su alma se convirtió en aquel...
Vacua sangre de pasión incolora.
Y roja parecía sin embargo
La noche que la encontraron,
Roja mientras colgaba del techo.
Roja, mientras bañaba el suelo,
Rojo el charco y las lágrimas de desconsuelo,
Mentiras, y nimias frivolidades de entierro.
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando se murió.
Pasaron los días,
Luto de compromiso y mentiras,
Pasaron los años,
De risas y francos olvidos.
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando murió.
Pues aun antes de dejar de palpitar su corazón
De quedarse sin aliento,
Ya se había marchado,
Y había muerto.
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban,"
Nadie estuvo a su lado cuando se murió.
Que aquél cuerpo de alma agusanada
Era solo, carne sucia y sobada,
Vasija de deseo, desilusión desesperada,
Vestida en roja carne, blanca piel deshabitada.
Y sin embargo nadie se percató,
Entre las decenas de personas que "la admiraban,"
Nadie la echó en falta cuando se marchó.
Pues era diosa de muchos creyentes,
Belleza de absorbentes goces,
Placidos, llenos de intemperantes matices
Libidinosa mujer de amores,
Fe de carne y podredumbres.
Mas... ¿es sorprendente?
¿Es extraño? ¿Tal vez chocante?
Simple realidad intranscendente,
Día a día de un cuerpo de corazón vacante.
Y quizás nadie se dio cuenta,
Entre las decenas de personas que "lo admiraban"
Quizás, por que en el fondo, siguió siendo lo que era.
Por: Jordi San Roman Monteagudo (09/05/07)